El amor de madre es incondicional y de dimensiones inimaginables. En ocasiones y por circunstancias de la vida te transportas hacia el plano instintivo, al plano más básico del ser humano, al de la sobrevivencia de la especie humana. Es en este plano donde puedes comprender porque las madres en un acto de entrega generosa son capaces de dar la vida por sus hijos. Y, como perder un hijo o solo aproximarse a esta idea te desarma.
Es en este plano donde se activan todos los sentidos, se ve más allá de lo físico, se oyen todos los silencios y se huelen todos los aromas que te rodean. Te conviertes en una loba protectora de tus cachorros, muestras los colmillos y atacas si es necesario. Tus movimientos son lentos, no duermes, estas en permanente alerta ante el enemigo. Sin embargo, y al mismo tiempo transmites calma y energía a los cachorros.
Cuando la loba protege a sus cachorros su fin transciende a su vida, va mas allá de su propia vida y la de sus cachorros, tiene relación con el fin universal de la sobrevivencia de la especie. Por esta razón, el amor de madre es único, universal y no exclusivo de quienes paren.
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